Aya Nakamura se convierte en productora: un sello, una artista, una visión

De estrella mundial del pop a empresaria musical sólo hay un paso. Y Aya Nakamura lo ha dado con confianza lanzando su propio sello independiente, un gran paso que confirma su búsqueda de autonomía y su deseo de transmitir su talento.

De Djadja al DNK: afirmando tu independencia

Con sólo 29 años, Aya Nakamura se ha consolidado como una figura clave de la escena musical francesa. Desde el irresistible «Djadja» en 2018 hasta su reciente y aclamada actuación en los Juegos Olímpicos de París 2024, su carrera ha desafiado las probabilidades. Adorada por sus seguidores, pero rechazada durante mucho tiempo por algunos de los principales medios de comunicación, sigue demostrando que el éxito puede construirse fuera de los caminos trillados.

Su salida del sello Rec. 118 (Warner Music) para crear su propia estructura marca una nueva etapa en su carrera, a la vez estratégica y simbólica. El sello (cuyo nombre sigue siendo un secreto por el momento) pretende ser un espacio para la libre expresión, un trampolín para artistas emergentes a los que a menudo se pasa por alto.

RNBOI, la primera apuesta

El primer artista en unirse a esta aventura no es otro que RNBOI, un joven cantante de Nemours con un estilo híbrido, entre el rap melódico, el autotune asertivo y el R’n’B malhumorado. Descubierto en el marco del DVM Show (el concurso de talentos lanzado por la propia Aya), conquistó rápidamente al productor por su singularidad y su potencial fuera de formato.

Con más de 800.000 oyentes mensuales en Spotify y ya colaboraciones con Tiakola, Kerchak y Monsieur Nov, RNBOI está lejos de ser desconocido. Pero lo que Aya Nakamura quiere hacer es ofrecer un nuevo marco para esta generación, libre de etiquetas y hambrienta de libertad creativa.

Al convertirse en productora, Aya Nakamura no pretende reproducir su éxito, sino redistribuir las claves del mismo. Ha pasado de icono a mecenas de las artes, de creadora de éxitos a promotora de la voz. Y ahí radica quizá su mayor victoria: en su capacidad para convertir la luz en relevos.

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