Estambul con Costa Croisière: una escala en la encrucijada de Occidente y los misterios de Oriente
A bordo del crucero Costa Mediterráneo, descubrimos Estambul, la ciudad de las mil caras. Nada más desembarcar, sentimos el peso de la historia y el aroma de otro mundo. Acompañados por un guía apasionado, descubrimos una ciudad en la encrucijada de dos continentes, dos culturas y dos espiritualidades. Una ciudad que no se mira, sino que se siente. Costa ofrece varias combinaciones de excursiones, según lo que quieras hacer: recorridos cortos centrados en lo esencial, o visitas más largas que combinan arte, espiritualidad y sabores locales. Esto es lo que experimentamos, y lo que tú también puedes experimentar.
Palacio de Topkapi: tras los muros del poder, un mundo suspendido
Dedica de 2 a 3 horas a visitar este inmenso sitio sin correr.
En cuanto cruzas el primer patio del palacio de Topkapi, el ruido de la ciudad parece desvanecerse. Se instala una calma casi irreal. La sombra de los cipreses, las fuentes de mármol, el canto de los pájaros… todo aquí parece salido de otro siglo. Y con razón: Topkapi representa casi 400 años de dominio otomano concentrados en un solo lugar.
El palacio no es un único edificio, sino un conjunto de pabellones, quioscos y jardines amurallados dispuestos en torno a varios patios sucesivos. Era una ciudad dentro de otra ciudad, una suave fortaleza donde el poder absoluto coexistía con un refinamiento extremo.
El recorrido comienza con una visita a las cocinas monumentales, ¡donde se preparaban banquetes para más de 4.000 personas cada día! Después, tras un recodo de un jardín con senderos tallados, entramos en las salas del tesoro imperial. Aquí descubrirás el famoso diamante Kasikci, 86 quilates de misterio y brillo, así como un trono cubierto de nácar y piedras preciosas. Cada pieza es una invitación a maravillarse.
Pero el lugar más hechizante es, sin duda, el harén. Tras sus discretas puertas, entras en un mundo silencioso adornado con delicada loza, techos dorados y patios bañados en luz. Aquí vivían las madres, esposas, hijos, concubinas y eunucos del palacio. Todo está perfectamente codificado, hasta el más mínimo detalle arquitectónico.
¿Y qué decir de las terrazas que dan al Bósforo, con sus impresionantes vistas? Entre el cielo y el mar, con los minaretes de Estambul en el horizonte, es fácil comprender por qué este lugar fue a la vez un centro de poder, un refugio de intimidad y un joyero de belleza.
Topkapi es mucho más que un museo: es una inmersión en el mundo cerrado de los sultanes, un lugar donde cada piedra, cada mosaico, cada rosetón cuenta una historia. Sales de allí con la impresión de haber tocado otra época, casi mágica.
Santa Sofía: fe, poder y humildad
Entre 1h y 1h30 son suficientes para explorar la zona a un ritmo tranquilo.
Construida en el siglo VI bajo el emperador Justiniano, Santa Sofía es una encantadora mezcla de cristianismo e islam, de luces y sombras. El contraste entre los mosaicos bizantinos medio descoloridos y los grandes medallones islámicos colgantes es sobrecogedor.
Nuestro guía nos cuenta que cuando el edificio se convirtió en mezquita, las caras de los ángeles fueron revocadas, pero nunca destruidas. Hoy, la planta baja está reservada a la oración, mientras que los visitantes suben al piso superior para observar en silencio este lugar híbrido, casi sagrado para todos. La atmósfera es extraña, solemne y suspendida.
La Mezquita Azul: la gracia en la piedra
Deja pasar 1 hora (pero evita las horas de oración).
Nos quitamos los zapatos en la entrada, como es tradición, y atravesamos las puertas de la Mezquita Azul, también conocida como Camii de Sultanahmet. Fue un momento solemne. El interior se ve envuelto de inmediato en un silencio acallado. La luz, atenuada por cientos de vidrieras de colores, acaricia suavemente las paredes cubiertas de loza de Iznik: unos 21.000 azulejos en tonos azules, blancos y turquesas, que dan a la mezquita su apodo occidental.
Sobre nosotros, la cúpula central, de 23 metros de diámetro y 43 metros de altura, parece flotar en el aire, sostenida por majestuosos arcos. Cuatro inmensos pilares estriados, conocidos como«patas de elefante«, garantizan su estabilidad. La arquitectura interior logra un equilibrio perfecto entre grandeza imperial y espiritualidad tranquilizadora.
Nuestro guía nos cuenta que, a principios del siglo XVII, el sultán Ahmet I, que era aún muy joven, ordenó la construcción de esta mezquita para afirmar el poder otomano, que entonces se debilitaba. Quería superar a Santa Sofía, situada justo enfrente, e hizo construir una mezquita única por su tamaño y sus seis minaretes, privilegio entonces reservado a La Meca. Ante la controversia religiosa que ello provocó, se acabó añadiendo un séptimo minarete a la mezquita sagrada de Arabia.
Incluso hoy, la Mezquita Azul es un lugar de culto activo. Las oraciones puntúan el día, y se pide a los visitantes que respeten el silencio. Fuera de los servicios, el acceso es libre, siempre que los visitantes vistan adecuadamente. Se prestan velos a las mujeres en la entrada.
Un crucero por el Bósforo: un paseo entre dos mundos
Entre 1h y 1h30 son suficientes para experimentar toda la magia del Estrecho.
Sentados en la cubierta del barco, con el viento en el pelo, recorrimos las dos orillas del Bósforo. A la izquierda, Europa, con sus palacios decadentes y sus costas bulliciosas. A la derecha, Asia, más tranquila, más residencial. A un lado Occidente, al otro Oriente. Estambul, en su centro, une los dos mundos.
Ver pasar las mansiones otomanas, las fortalezas y las mezquitas costeras es como leer un poema en imágenes. Algunos recorridos de Costa ofrecen este paseo al atardecer: una visita obligada si el tiempo lo permite.
El Gran Bazar: entre el tumulto y la tentación
Calcula al menos 1h30, ¡más si te gusta caminar y regatear!
En el Gran Bazar, todo es colorido, fragante y bullicioso. Bajo sus antiguas bóvedas, encontrarás joyas, cuero, cerámica, alfombras y especias. No es sólo un lugar de comercio, es una catedral del trueque, donde las miradas se cruzan, las lenguas se mezclan y todo se negocia.
Es imposible no caer en la tentación. A menudo te vas con una bolsa, a veces con dos. Pero, sobre todo, te llevas una sensación: la de haberte sumergido en otro mundo, el de las caravanas y los mercaderes de antaño.
Después de los monumentos: un paseo por los barrios
Una vez realizadas estas visitas principales, terminamos el día en Balat, Galata y Sultanahmet. Balat, con sus casas de colores, evoca un Estambul cálido y popular. Galata es más animada y moderna, con sus cafés, su emblemática torre y sus galerías de arte. Sultanahmet, por último, sigue siendo el corazón histórico, que es mejor visitar a primera hora de la mañana para captar su apacible belleza.
Con nuestro guía Costa, cada calle tenía una historia. Cada fachada, un recuerdo. No sólo miras, comprendes la ciudad, sientes su herencia de civilización.
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